Con motivo del Día Internacional de la Mujer, nos solidarizamos y mostramos nuestra indignación ante las condiciones de vida de las mujeres que cosen nuestra ropa. Compartimos un cuento que muestra el día a día de una mujer trabajadora en China que fabrica la ropa que vestimos a los países occidentales. Una historia real para denunciar la esclavitud de la mujer en el siglo XXI.
Ching Lan
Hace tiempo que el campo no da suficiente para vivir. Muchas familias han ido marchando. Los viejos van muriendo y los jóvenes no quieren seguir ocupándose de las tierras. Demasiado esfuerzo para poco beneficio. Si lo que cultivamos diera para vivir todo sería diferente, pero ahora casi todos cultivamos por alguien, sólo para vender. Nuestro campo de arroz se ha quedado pequeño. Las hijas del vecino marcharon hará un año. Les debe ir bien. Parece que la ciudad tiene las oportunidades que aquí nos faltan.
Es mi momento. La madre llora, pero sé que en el fondo está contenta por mí. Encontraré un trabajo y tendré una oportunidad. Estoy segura. Podré ayudar a mi familia y tal vez crear la mía propia. Llevo una bolsa pequeña con el cepillo, ropa limpia y una estera de dormir. El abuelo me ha puesto el billete de tren. Dice que ha conseguido un buen lugar, en asiento duro. Es todo lo que nos podemos permitir. La madre me ha puesto arroz. No es de nuestro. Viene de la otra punta del país. Yo hoy también haré un largo viaje, como el arroz.
Hace un mes que estoy en la fábrica y no he parado de trabajar. Vivo en una habitación encima del taller con 9 chicas más. En la litera de al lado duerme la Xiaomei, la hija de los vecinos. Es increíble que hayamos coincidido aquí, esta ciudad es enorme! No habla mucho. Ninguno de nosotros lo hace. Cuando llegamos a la habitación estamos tan reventadas que sólo tenemos ganas de dormir. Hoy por fin he podido salir a la calle. Hace días que necesito un ungüento para las llagas que me han salido en los dedos de coser durante 16 horas cada día.
La gente pasea, cenan en los puestos de comida de la calle. Me encantaría probar algo, dicen que la comida de esta zona es muy picante, pero no puedo gastarme el dinero para el ungüento. No me lo perdonaría … Lo tengo que comprar y volver a la fábrica.
Ceno sentada en mi cama. Arroz. Este sí que viene de la zona de donde es mi familia. Los añoro muchísimo. Empiezo a entender por qué las chicas del vecino no volvieron. Pero ellas eran más grandes! Yo tengo 13 años, todavía hay tiempo …
Meritxell Nebot, colaboradora de la Campaña Ropa Limpia. http://lacapsa.wordpress.com
No es casualidad que la mayoría de personas que manufacturan prendas en todo el mundo en condiciones de explotación sean mujeres. La deslocalización del sector de la moda ha generado muchos puestos de trabajo en países empobrecidos por las élites govenants, por la deuda externa y los mecanismos de expolio controlados por las empresas transnacionales.
Las trabajadoras de las fábricas de confección de Guandong, en China, no son muy diferentes de las costureras de las maquiladoras hondureñas o de las obreras de Tánger, en Marruecos. Mujeres por debajo de los 30 años, con un nivel de estudios bajo, sin ningún tipo de experiencia organizativa o sindical. Muchas, especialmente las más jóvenes, emigran de las zonas rurales a las ciudades en busca de un salario que complemente los ingresos de su familia.
Las trabajadoras de las fábricas de confección de Guandong, en China, no son muy diferentes de las costureras de las maquiladoras hondureñas o de las obreras de Tánger, en MarruecosLa mayoría de personas que manufacturan prendas en todo el mundo en condiciones de explotación son mujeres