Ángela López, voluntaria en campo de solidaridad con CIRCA en Arequipa (Perú) en 2012.

Supongo que es un sentimiento generalizado cómo explicar con palabras una experiencia tan intensa, emocionante y mágica como es la de realizar un voluntariado. En mi caso, tuve la oportunidad de pasar un mes y medio en Arequipa, en Perú, en Agosto y Septiembre de 2012.

Creo que es difícil explicarlo porque no es sólo una experiencia, es un periodo muy intenso a nivel personal, mental, emocional, y social. El cambio de país, de cultura, de costumbres, de nivel socioeconómico…de acento, de trato con las personas… incluso el cambio de autobuses. Todo impresiona.

Llegamos a una ciudad diferente, de un país diferente, de un continente diferente. Todo cambio que vamos conociendo es un proceso de aprendizaje y de crecimiento personal.

Nuestra actividad en CIRCA, la institución contraparte de Setem en Arequipa, consistía en ir por las mañanas a los colegios y por las tardes a las casitas de acogida, llamadas Sumac-Wasi, a ayudar a las niñas a hacer los deberes. El problema es que yo no soy profesora, ni tengo ni idea de cómo dar clases. De ahí los miedos, la incertidumbre, las dudas sobre qué hago yo allí. Pero la solución fue fácil: son niños y niñas que agradecen cada gesto de cariño, cada abrazo y cada sonrisa. “Amiguita, ¿me cargas?”, me decían los niños de 4 años cada vez que me veían y llegaban a mí con una sonrisa. Y claro que los cargas, a uno, a otra, y al final a todos. Y ellos sonríen y ríen a carcajadas, y yo sonrío y rio como si fuera una de ellos.

En este voluntariado sobre todo he aprendido la importancia del nivel emocional en la educación y crecimiento de los niños y niñas. Por circunstancias muy variadas de sus vidas, están en las casitas de CIRCA porque no pueden estar con sus familias. Las personas que trabajan y son voluntarias de allí dedican todo su tiempo, pero siempre hay muchas cosas que hacer, y siempre viene bien que haya personas voluntarias dedicando su tiempo a estar con los niños. Es así de sencillo, estar con ellos, prestarles atención, abrazarles y dejar que te abracen. Parece mentira que algo tan sencillo sean tan importante, pero lo es.

Un voluntariado al fin y al cabo es una experiencia social, en la que interrelacionamos con personas que viven en unas circunstancias muy diferentes, y de quienes aprendemos muchísimo. A cambio, sólo tenemos que dar amor a unos niños y niñas dispuestos a abrazarte y sonreírte siempre.

Aprendemos que existen otros contextos que no tienen nada que ver con los nuestros, sociedades mucho menos favorecidas, familias y barrios con niveles económicos muy bajos… que sobreviven…y con una sonrisa. Y este conocimiento nos sirve para darnos cuenta de las injusticias sociales, de la desigualdad social existente en el mundo…y este conocimiento sirve para ser más conscientes y saber de la importancia de un cambio, que empieza por nosotros mismos y se extiende con la solidaridad. Porque el voluntariado es una experiencia de sensibilización, y lo que reflexionemos allí hay que llevarlo por todas partes, porque nosotros también podemos sensibilizar. “Antes de todo cambio, tiene que haber un acto de fe”, y si confiamos y creemos, podemos cumplir el lema de Setem de que “Otro mundo es posible”. Y la experiencia de voluntariado es enriquecedora para continuar por este camino….¡Os animo!